¿Qué es cinema? No cine. Cinema. La pregunta dominó las conversaciones entre los cinéfilos y aficionados del cine durante los últimos meses del 2019, esto luego de que cierta leyenda del séptimo arte -nombrada más abajo en este espacio- osara comparar las películas de cierto monolítico estudio con parques de atracciones y declarar que estas “are not cinema”. Algunos, justificadamente, tildarán al susodicho cineasta de elitista, y dirán que ambas palabras son sinónimos. Otros señalarán que es elemental (todo filme es cine y punto) mientras que hay quienes consideran -como este servidor- que el medio es lo suficientemente amplio y maleable como para que cada quien tenga su propia interpretación de lo que es cine versus CINEMA, así en mayúsculas.
A continuación, los diez mejores ejemplos que vi este año que se adhirieron a mi definición de CINEMA.

I’m so sick of people saying that love is just all a woman is fit for.
La directora y guionista Greta Gerwig elabora una acogedora atmósfera que invita a envolverse en ella y sentir el calor que emana de cada minuto de este suculento melodrama. En su adaptación del clásico literario de Louisa May Alcott, la cineasta encuentra la fórmula perfecta para traer la trama del pasado al presente, actualizándola sin necesidad de modernizarla. Sinceramente no estaba preparado para el encanto que el filme proyectó en mí, pero la meticulosa atención a cada detalle de la hermosa puesta en escena, las maravillosas actuaciones -en particular Saorise Ronan y Florence Pugh- y la banda sonora de ensueño a cargo de Alexandre Desplat, lo hicieron irresistible.

Son tus ojos los que han cambiado, la película es la misma.
Como en todo cine de autor, el de Pedro Almodóvar nos ha permitido entrever rasgos de su persona -desde sus miedos y deseos y hasta, quizá, sus más íntimos fetiches- a través de sus largometrajes, pero ninguno nos ha acercado más al célebre cineasta español que este trabajo semi autobiográfico. Y quién mejor para adentrarse en su piel que una de sus mayores musas, Antonio Banderas, en uno de los mayores papeles de su carrera. Tan personal como universal, tan crudo como entrañable, el filme es una íntima reflexión acerca y a cargo de uno de los pilares del séptimo arte contemporáneo.

…for the growing good of the world is partly dependent on unhistoric acts; and that things are not so ill with you and me as they might have been, is half owing to the number who lived faithfully a hidden life, and rest in unvisited tombs.
Terrence Malick inició la década con una de sus mejores películas, y la cierra de la misma forma. En lo que sobresale como su trabajo más estructuralmente formal desde The New World, el piadoso cineasta se distancia de la experimentación que se ha visto en sus obras más recientes para contar la verdadera historia del granjero austriaco que desafió a los nazis al rehusarse unirse a sus rangos. Extraordinariamente bella -como es de esperarse de este maestro- y emocionalmente conmovedora, el golpe de gracia llega mediante la cita de arriba, que celebra los pequeños actos de nobleza que se dan a diario, muchas veces inadvertidos, y que nos permiten continuar creyendo en la bondad de nuestra especie incluso en los momentos más oscuros.

I’m unsure of the future but I’m not concerned. I will rely on those closest to me, and I will share their burdens, as they share mine. I will live and I will love.
Esta solemne odisea espacial a cargo del director James Gray peca de narrar más de lo que debería, pero es una minúscula falta dentro de una abundancia de virtudes. Brad Pitt nunca ha estado mejor que en esta interpretación de un astronauta que realiza dos viajes en simultáneo: uno hacia los confines del Sistema Solar y otro de naturaleza introspectiva para salvarse a sí mismo. Su propuesta cinematográfica es audaz, su narrativa tan épica como íntima, y pocas escenas este año me propinaron un golpe emocional más contundente que la de un hijo enviándole un mensaje interplanetario a su distanciado padre.

This is me! This is how I win.
Un largometraje diseñado para inducir ataques de pánico, que me agarró, me arrastró por el bajo-alto mundo de Manhattan y no me soltó durante poco más de dos horas. Adam Sandler nos recuerda que puede ser tremendo actor cuando le da la gana. Verlo tanto a él como a los directores Benny y Josh Safdie no solo mantener, sino constantemente incrementar los niveles de tensión -ya sea a través del fulminante diálogo, la edición o la magnífica banda sonora de Daniel Lopatin- fue el equivalente a elevarme a 50 mil pies de altura y luego dejarme caer al vacío en el último minuto sin aviso previo. Muchos la odiarán, pero para los amantes del cine extremo, los Safdie fabrican la mejor clase de droga.

Why? Why haven’t you called Jo?
Es la pregunta que contextualiza y hunde con su peso a todo lo que acabamos de ver en las pasadas tres horas de este magnum opus de Martin Scorsese de tres horas y media de duración. Un “por qué” seguido de otra pregunta más específica, pero que por si solo abarca décadas de transgresiones que silenciosamente fueron juzgadas por la única fuerza moral que impera sobre la película. Despacharlo como “otro filme de mafiosos” es pecar de ignorancia. Se trata del contundente punto final de toda una carrera explorando las vidas de estos criminales para, esta vez, dejar al descubierto lo que resta cuando ni la muerte ni la justicia llegan a cobrar lo que les es debido. Como repiten los personajes de los tres titanes que la protagonizan, De Niro, Pacino y Pesci: “It’s what it is”.

I promise to let you know if I stop breathing.
He visto múltiples documentales acerca de la monumental hazaña de Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin, pero ninguno me ha transportado a la Luna como este. Sin entrevistas ni narraciones, el mejor trabajo de edición del 2019 lo observé aquí, en estos 93 minutos dirigidos y editados por Todd Douglas Miller, compuestos de imágenes y sonidos -muchos de ellos inéditos- de la histórica misión espacial, con los protagonistas de ella cómo únicos guías. Verlo en IMAX fue mi experiencia cinematográfica del año. Yo sí olvidé respirar durante la secuencia del aterrizaje lunar.

When you’re observing me, who do you think I’m observing?
La mayoría de las películas tienen que esforzarse para producir un final satisfactorio. Las mejores, acaban con uno inolvidable. Esta, de la directora y guionista Céline Sciamma, contiene tres, y cuál de los tres es más perfecto. Noémie Merlant y Adèle Haenel protagonizaron el romance del año. Entre miradas que no esconden nada y silencios que expresan todo, sus exquisitas actuaciones lo mismo me sedujeron que conmovieron mediante el mar de emociones que ambas llevan a flor de piel, y que amenazaban con encender la pantalla en llamas en cualquier momento.

When you come to the end of the line, with a buddy who is more than a brother and a little less than a wife, getting blind drunk together is really the only way to say farewell.
El “trip” nostálgico de Quentin Tarantino irradia júbilo y obsequia sonrisas a diestra y siniestra por medio de las acciones más frívolas y mundanas. Solo un guionista de su calibre es capaz secuestrar la atención puramente por cuán vivos que se sienten sus personajes. Que se joda que no haya trama. “Janguear” con “Ricky Dalton” y “Cliff Booth” es su propia recompensa. Cada momento que compartí con ellos me produjo alegría y no quería que acabara. Más que otra carta de amor al cine, un testamento del hechizo que este arroja sobre todos nosotros, los que semanalmente asistimos a él a recibir la comunión.

Money is an Iron.
No solo la mejor película del año, sino un sombrío retrato de nuestros tiempos. Con un ejemplar manejo del humor y el suspenso, el cineasta surcoreano Bong Joon-ho realiza un incisivo examen de la apabullante desigualdad que se ha exacerbado en la pasada década y que continúa ensanchando la brecha entre los que tienen mucho y los que tienen poco. Las aguas siguen subiendo y lo peor -según nos aseguran- aún está por venir. Los de abajo se ahogan, los de arriba ni se enteran, y el pesimismo confabula con la indiferencia para mantener el estatus quo. Una obra maestra trágica, iracunda, necesaria y descomunal.

Knives Out, The Last Black Man in San Francisco y High Flying Bird; High Life, por Claire Denis, Juliette Binoche y el inolvidable “fuckbox”; 1917, con su audaz propuesta técnica; The Lighthouse (¡Willem DaFoe y Robert Pattinson!); Ford v Ferrari, gracias por sanar todo el daño que Fast & Furious les ha hecho a las carreras de carros en las pasadas dos décadas; Us, The Souvenir y John Wick 3; One Cut of the Dead, por ese brillante y comiquísimo tercer acto; The Beach Bum (McConaughey se bota, pero Martin Lawrence y Snoop Dog son los MVP); Marriage Story, Shadow y I Lost My Body; Wild Rose, porque Jessie Buckley es una revelación y debería estar nominada en todas las categorías de actuación (pero no lo estará); Prótesis, el mejor largometraje puertorriqueño que vi este año; It’s a Beautiful Day in the Neighborhood, porque esa escena en la que Tom Hanks se me quedó mirando intensamente por varios segundos me conmovió y penetró mi alma; y, sí, también Avengers: Endgame y Joker, para poder apuntar a esta última oración a todas las personas que me reclamen por qué no están en mi lista de lo mejor del año. Pues ahí las tienen.